Estamos decididos a intentar vencer nuestra timidez. Pero, ¿cómo empezar?.

El hecho de plantearnos vencer nuestra timidez, es el primero y uno de los más decisivos pasos a dar para conseguirlo, y lo es por dos razones: la primera porque a esta decisión hemos llegado por medio de un proceso de reflexión sobre nosotros mismos, reconociendo nuestros propios defectos.La segunda es que hemos realizado una toma de decisión, lo que muestra que nuestra voluntad y nuestra seguridad en nosotros mismos no son tan débiles como pensamos.

Realizando un pequeño esfuerzo y dedicando algún tiempo a profundizar en esa reflexión sobre nosotros mismos, debemos comenzar a pensar en esa timidez que nos acosa, en lo que creemos que puedan haber sido sus orígenes y, lo que es más importante, en la cantidad de oportunidades de relacionarnos con otras personas que la timidez nos ha hecho desperdiciar. Si en este ejercicio de reflexión conseguimos sincerarnos con notros mismos, el avance habrá sido enorme, puesto que habremos visto que la mayor parte de los miedos que originan nuestra timidez son infundados.

En caso negativo, si nuestra timidez no nos ha dejado aproximarnos a nuestra auténtica imagen, por lo menos habremos sentado las bases para un autoanálisis que deberá ser una práctica habitual durante nuestro proceso de curación e incluso cuando este se haya superado.

Otro elemento muy interesante, sobre el que cabría reflexionar es que lo más seguro sea que a los demás les resultaría más fácil tolerarnos que a nosotros mismos. Por lo general, las personas tímidas aplican un criterio extraordinariamente restrictivo para con ellas mismas, por supuesto, mucho más duro que el que aplican a los demás. Y, en la inmensa mayoría de las ocasiones, mucho más estricto que el que el resto de las personas emplea para con él mismo.

Ser crítico con uno mismo no implican en ningún momento que tengamos que ser intolerantes. La voluntad no implica rigidez, y se puede ser más o menos duro dependiendo de las circunstancias.

Pero nunca se ha de llegar a la cegación, puesto que ésta a lo único que conduce es a un bloqueo en nuestra actuación. Debemos tener muy claro que si lo que queremos, es aprender a vivir junto a los demás, jamás lo conseguiremos si no aprendemos primero a vivir con nosotros mismos.

Un segundo paso: reforzamiento de la autoestima

La forma en que se piensa sobre uno mismo tiene profundos efectos sobre la vida del individuo; esto es, la autoestima, el autoconcepto, positivo o negativo. Estos conocimientos que se tienen se originan tanto en la autoobservación de las propias vivencias y acciones, como en las diversas formas de juicio ajeno.

Dado que el sí mismo puede manifestarse, pero también encubrirse, existe la posibilidad del autoengaño y éste puede llevar a dificultades para la adaptación a la realidad. Los esfuerzos terapéuticos deben ir dirigidos a corregir el autoconocimiento, la autoimagen, y a hacer posible la solución de conflictos individuales.

Las personas que tienen una baja autoestima, un pobre autoconcepto, son muy sensibles a las críticas negativas, ya que con ello se confirma aún más en la creencia de que todo lo hace mal y que no vale nada. También tiene mucha dificultad para recibir elogios de los demás.

La autoestima es algo que se va haciendo con la persona, que va creciendo en ella al igual que va creciendo su Yo social y personal. A lo largo de este proceso habrá que tener cuidado para no formar autoconceptos erróneos al compararse la persona con modelos inadecuados e inasequibles. Una persona se puede frustrar si los modelos en que se fija son exagerados.

Lograr el triunfo, la valía personal de cara al exterior, a la sociedad, es algo muy voluble. Es la sociedad quien marca unas modas, unos éxitos a conseguir, y si no eres tal o cual, tienes tal o cual imagen, tal o cual coche, no eres nadie. Hay que defenderse de todo esto consolidando nuestro propio Yo personal e intrasferible, aceptarse tal y como es uno, y si algo no nos gusta, intentar cambiarlo y mejorarlo.

Hay que tener criterio. Si  los cánones actuales dicen que el hombre moderno debe ser delgado, moreno y alto, si uno es obeso, no muy alto y con poco pelo tendrá que aceptarse como es, conformarse y adaptarse a lo que tiene o intentar cambiar en la medida de lo posible para lograr la imagen personal que él quiere y necesita, y así, sentirse seguro, con cofianza; en una palabra, para autoestimarse.

Una serie de posibles soluciones para intentar que pueda subir la autoestima cuando se halle a niveles muy bajos:

    • Hacer hincapié en los aspectos positivos y no en los negativos.
    • No permitir que los demás le juzgen a uno como persona. Podrán estar  de acuerdo o no con  su forma de pensar o actuar, pero no permita que le critiquen con calificativos peyorativos.
    • Para ganar en cofianza, las metas y tareas iniciales que uno deberá marcar serán de dificultad progresiva. Hay que ir haciendo primero los pequeños logros para poder ir ganando en seguridad personal.
  • Echar una mirada atrás, a la vida pasada y tratar de hacer borrón y cuenta nueva. Intentar comprender y perdonar comportamientos de personas que se portaron mal con nosotros, olvidar los posibles fracasos que se hayan tenido, porque lo hecho, hecho está y hay que seguir adelante. El mundo no se acaba con un tropiezo.
  • En la medida en que no se consigue alguna meta, utilizar el fracaso como algo productivo y no como algo frustrante e insuperable. De un fracaso se aprende para que la próxima intentona salga mejor.
  • Identificar la timidez con la situación en la que se da, en la medida en que relacionemos el síntoma (timidez) con la situación (hablar en público) podremos abordar el problema para lograr el cambio.
  • Hay que buscar las causas de sus problemas, timidez, incomunicación, etc, en los aspectos sociales, físicos, políticos y económicos de la situación en que se mantiene la persona. No hay que caer en el error de buscar la causa en los defectos de su personalidad.
  • Procurar relajarse siempre que se pueda.